Cuando todavía los
principales indicadores sociales muestran que la recuperación va a ser tardía,
quienes están diseñando la salida a la crisis ya están marcando el camino,
menos Estado social, menos Estado del Bienestar y un mercado laboral
hiperdesregulado en el que las relaciones colectivas se arrinconen y la
individualización de las relaciones laborales se abra definitivamente camino.
El FMI, la UE, el
Gobierno y desde distintos sectores económicos y empresariales insisten en
darle una nueva vuelta de tuerca a la política laboral, aun siendo conscientes
del negativo y desastroso balance de la ultima reforma laboral en términos de
empleo y de condiciones de trabajo.
Y de nuevo la misma
cantinela, no exenta de hipocresía y de cinismo. “Que si el mercado laboral
español es excesivamente rígido; que el mercado laboral español protege mucho a
unos trabajadores y muy poco a otros, provocando una dualidad inaceptable; el
coste del despido es todavía demasiado caro para los empresarios; que la
negociación colectiva indexa de manera rígida los salarios,…”
Y es que solo hay un
objetivo: deprimir el factor trabajo, lo que implica, junto a los pasos que ya
se vienen dando, actuar de nuevo en varias direcciones: costes del factor
trabajo: salarios, indemnizaciones, cotizaciones, formación,… y fragmentación e
individualización de las relaciones laborales.
Efectivamente en el
terreno sociolaboral el camino que intenta abrirse camino es el de una mayor
presión sobre el factor trabajo. Presión sobre el salario, sobre las
condiciones de trabajo, sobre la estabilidad en el empleo, sobre en definitiva
los derechos añadidos al contrato de trabajo y lo que es un principio básico de
la libertad sindical, el derecho a la negociación colectiva. Es decir la
precariedad laboral como norma.
Y se quiere obviar, no se
quiere discutir, que las crisis económicas no tienen sus causas ni sus
respuestas en la regulación del mercado de trabajo. En todo caso la relación es
inversa y el mercado de trabajo termina reflejando algunas de las consecuencias
y efectos de las crisis. Especialmente en forma de destrucción de empleo y de
precarización del mismo.
Y emerge de nuevo, una
vieja propuesta, que no es sino continuidad de otras totalmente fracasadas, la
de la creación de un contrato único.
Una propuesta
cuestionable y rechazable también, que solo añadiría mayor precariedad laboral,
que coincide con otras medidas que se han venido realizando a lo largo de los
últimos años, que tenían como objetivo reducir la dualidad en el mercado
laboral y que no consiguieron otra cosa que ampliar la fragmentación del
mercado laboral, incrementar la temporalidad injustificada y con ello la
precariedad laboral.
El contrato único tal y
como esta diseñado por sus autores, con el señuelo de superar la brecha entre
temporales e indefinidos, plantea seguir abaratando los costes del despido,
eliminando, está implícito, controles y tutelas judiciales.
Estaríamos ante un
contrato de carácter indeterminado “de corta” y de “larga” duración generando
un nuevo dualismo, un despido si cabe mucho más libre y todavía más barato y
una falta absoluta de control del encadenamiento
de contratos que se van extinguiendo y celebrando de nuevo.
De la actual precariedad
a una mayor precariedad laboral, seguir apostando por un cambio radical en el
modelo de relaciones laborales y en el que el derecho del trabajo, sea definitivamente
una antigualla, superada por los mercados. Ése es el objetivo.
Publicado por nuevatribuna.es y fundacion1mayo.ccoo.es, el 12 de marzo de 2014.